Recuerdo esos dos goles de Inzaghi en la final de la Champions ante el Liverpool, el penalti decisivo de Shevchenko ante la Juve en la final de Champions en Old Trafford, esos desplazamientos en largo y esos lanzamientos de falta de David Beckham que tantas veces sobrevolaron El Teatro de los Sueños, los 150 tantos de Owen que trajeron tardes de gloria a Anfield, el eterno halo de perdedor que siempre rodeó a Michael Ballack, la entrega de Paul Scholes en el centro del campo del Manchester dirigido por su padre futbolístico Sir Alex Ferguson, Carragher levantando la Champions a lo más alto de Estambul... cosas que ya nunca más podremos ver salvo en vídeos de esos años, porque esa generación ha dicho adiós para siempre. Esos futbolistas que marcaron a todos los niños amantes del fútbol nacidos en los 90, dejan su sitio en el campo precisamente a niños nacidos en esa década, ellos son los llamados a recoger la estela dejada por este grupo de futbolistas que en un momento u otro, con más suerte algunos que otros, saborearon las mieles del éxito. Todos saben lo que es levantar una copa de una liga, da igual que sea inglesa, alemana, italiana o española. Muchos conocen la sensación de ver como La Orejona pasaba por sus manos y podían besarle. Algunos incluso saben lo que es tener en sus vitrinas esas miniaturas de una Copa del Mundo y de una Eurocopa. Todos ellos son el éxito hecho persona, aunque a alguno siempre le hayan señalado como el eterno perdedor.
Beckham era el toque, Scholes la lucha, Owen la inteligencia, Carragher la contundencia, Inzhagi el gol, Ballack la potencia, Ferguson la pizarra y Shevchenko la clase. Todos y cada uno de ellos tenían algo que les hacían especiales, por eso ahora da pena ver que gran parte de los ídolos de tu infancia dejan el deporte rey. Sí, sé perfectamente que esto es algo cíclico, pero cuando ves acabarse algo que ha formado parte inherente de tu infancia no es fácil. Muchos niños hemos tenido la camiseta del Milán con la publicidad de Opel y el nombre de Shevchenko y número 7 cubriendo la retaguardia o esa camiseta del ManU de Sharp con los cuellos negros y los números 7 y 18 de David Beckham y Paul Scholes en la espalda. Decidir quien es el mejor de todos es cuestión de simples gustos porque todos fueron excelentes futbolistas, aunque Ballack siempre haya estado cubierto por un cierta sombra negra, que no le ha permitido triunfar en los grandes torneos internacionales. Sin embargo, no todo se fragua dentro de un terreno de juego, sino que muchas veces tenemos que mirar a esos trozos de piedra o plástico clavados siempre en la banda llamados banquillos, donde por encima de todos siempre brillará la luz sagrada de un escocés con gafas redondas y chicle en la boca, Sir Alex Ferguson. Son más de dos décadas en ese banquillo incrustrado en la grada de Old Trafford, que ya nunca más le verá salir a dar instrucciones. Es el fin de una época, aunque aún nos queda agarrarnos a Steven Gerrard, Andrea Pirlo, Alessandro Del Piero y al sempiterno Ryan Giggs, que su llama aún sigue luchando por no apagarse, pero que dentro de muy poco tiempo lo hará, para decepción de los niños de los 90.